lunes, 20 de junio de 2016

la perrolatría de marías

Hace tiempo que desterré las discusiones políticas y, mucho más, lo intentos de convencer a nadie. Todavía me entristece la actitud de tantísima gente en este aspecto y me frustran las injusticias que no dejan de producirse, sobre todo entre una clase política que se ha profesionalizado, distanciada de sus propósitos originales y de la gente a la que (no lo olvidemos nunca) representa. Estoy cansada de pedir un poco de coherencia y de poner esperanzas en un futuro que se anticipa negro. Si la gente quiere seguir votando opciones masoquistas que nos hundan, hundámonos. Me siento bastante derrotista en este punto, la verdad.

Por eso, cuando leo opiniones exageradas y envenenadas de pronósticos apocalípticos referentes a opciones que (y es así, por mucho que se empeñen en repetir el mantra), aún hoy, no han podido demostrar ser desastre alguno, directamente las ignoro. Aunque vengan de gente a la que admiro, (sobre todo si sobrepasan una cierta edad). Lo asumo como un efecto secundario de los años: un síntoma de la vejez del que no son responsables.

En esta línea, traté de mantener al margen las puntas crecientes que iba soltando Javier Marías en sus últimos artículos. Hay que ser justos con la trayectoria vital y no cargarnos de golpe todo el crédito de alguien porque en sus últimos años tome posturas que no nos gusten. Pero una cosa es la discrepancia en intención de voto y otra la exaltación gratuita de la intolerancia.


Estoy hablando del último artículo, publicado en el País, del señor Marías, que ya empieza a hacer sangre desde el título: Perrolatría. Avanzaba los párrafos esperando encontrar una postura que suavizara las barbaridades que no dejaban de enlazarse. Vamos, Marías, déjame salvarte. Pero no, no hubo forma. El mal cuerpo me atragantó el desayuno, y la decepción, no sé si me irá algún día. Esa constante enfatización de lo “peligrosos” y “dañinos” que son los perros, a los que equipara con pistolas y puñales. Seres dispuestos a asesinar tras un guiño de su amo. Sanguinarios, sucios, molestos, ¡una plaga directamente! Lo único que me demuestra es que:

1)     No tiene ni idea de perros. A los que habrá visto de lejos, con repugnancia, imaginando historias paranoicas de conspiración asesina (vaya ángulo malo con el que mirar).  

2)     Chochea. Porque el que se permita hacer una referencia barata a Hitler (entre otras cosas), es de una bajeza tan representativa de falta de argumentos que, viniendo de alguien al que tenía por inteligente, sólo me deja la opción de la demencia. Dios mío, la tercera edad, qué mala es.



Podría entender que el problema de Marías con los perros, no fueran los perros en sí, sino la falta de educación. Yo los adoro pero también me molestan sus ladridos en bucle frente a un dueño impávido (y posiblemente sordo) o andar a saltos por el césped porque aquello es un campo de minas. Pero entiendo que el problema no radica en tener que cohabitar con ellos en la ciudad, sino el hacerlo con unos dueños que se saltan a la torera los principios de civismo y cortesía.

Lo mismo que ocurre con los niños que gritan y alborotan como posesos, cuyos padres no hacen ni el intento de poner orden. Me molestan pero lo hago sin perder el norte sobre la raíz del problema o lanzarme a pedir la erradicación de la infancia porque, oh qué dolor de cabeza dan ALGUNOS niños.  

¿Y los fumadores en las terrazas? Preferiría un mundo sin humo pero entiendo que en un espacio abierto (aunque el tabaco me llegue igualmente), tengamos que tener cabida todos. Sería un detalle no dejar el cigarro constantemente posicionado hacia mi mesa, contaminándome a mí y a mi plato, pero eso no me otorga el poder de amputar brazos o esperar que se prohíba un vicio que (ironía), de ninguna de las maneras, hace bien a nadie.

Creo en una libertad responsable y bien formada, la cual trae sus contras porque es imposible asegurar la responsabilidad y la formación, pero soy partidaria de asumirlos, esperando que el tiempo los reduzca. Por eso no espero que los desconocidos aguanten el vaho de mi perro en la cara durante un trayecto en transporte público o que tengan que quedarse de pie porque el mío ocupa un asiento. Ojalá se los admitiese en la guagua como ya ocurre (sin que nada haya estallado) en otros países pero, de momento, no tengo esa opción. Y ojalá hubiesen más playas donde poder llevarlos, porque con unos dueños responsables, su presencia sería mínima. Más generadora de sonrisas que de inconvenientes. El resumen es la educación. Es que no hay más. 

El artículo de Marías no parece apuntar en este sentido, sino en enumerar todas las cargas de tener un animal: que ensucian, que (nos) enferman, que cuestan dinero…Enorgulleciéndose de poner en duda el que puedan necesitar tratamiento psicológico. Pues no, no es que los perros tiren de psicoanálisis tumbados en un diván pero muchos han sufrido lo bastante como para arrastrar secuelas de por vida; con problemas de ansiedad por maltrato, abandono, atropello y, en ocasiones (como mi perra), todo junto. Así que tanto entrecomillado suspicaz, me sobra; a mí y a cualquiera que haya visitado una perrera o hablado con un adoptante alguna vez. 


perro, perrolatria, javier marias


Las tirrias personales de cada uno son eso, personales y de cada uno, así que no tenemos por qué aguantarlas. El que odie a los perros, los gatos, las gaviotas, los niños, el césped, el sol o el color azul, tiene un problema. Salvo que pueda permitirse comprar una isla desierta o cientos de hectáreas a la redonda, nos va a tocar convivir, y eso supone respetar pero también hacer concesiones. Volvernos intransigentes, queriendo imponer nuestro minucioso credo al resto, no sólo es inviable sino que además, nos hace peores personas. Y eso sí que sirve de medida, señor Marías (ya que lamentaba la relación entre bondad y propietarios de perros).

Siempre he entendido la sensibilidad como un concepto global y no algo afín a receptáculos aislados, que permiten retirarla completamente y al gusto, según intereses subjetivos. De ahí la pena. Porque esta ausencia de empatía tan clara, me hace plantearme mi admiración. Por una falta de juicio tan evidente a la hora de expresar una animadversión que, aunque lícita, es fruto de la amargura que da el desconocimiento y la intransigencia. De modo que tendría que haberla expresado en un círculo íntimo si quería pero no a modo de protesta en un medio tan visible, donde lo único que fomenta es la separación y el odio. Ha sido la gota que colma el vaso y temo que éste sea uno esos puntos de no retorno donde, difícilmente, nada volverá a ser lo mismo. 

Precisamente, en mi último artículo para CanariasAhora hablo de los animales y sobre como distintas investigaciones científicas les conceden rasgos que los humanos llevábamos siglos creyendo propios y en exclusiva. No son meros autómatas y aunque no seamos iguales (ni falta que hace), nuestro egocentrismo está destinado a acabarse. Estoy segura de que en el futuro se descubrirán más cualidades, sentimientos y otros síntomas de inteligencia y "humanización" en el reino animal, lo que nos quitará la superioridad moral con los que los tratamos y empezaremos de verdad a protegerlos. Porque cada especie ha llegado hasta aquí con una línea evolutiva diferente, pero nuestro origen es el mismo. Menospreciarlos a ellos, es negar nuestras propias capacidades que, si son superiores en cuestiones de ética, deberían traducirse en un respeto real. Compartimos planetas, no nos pertenece. 

14 comentarios:

  1. Ahora no estoy tan acomplejada por no haber leído nada de este hombre :-/ Me lo imagino rodeado por una jauría mientras llora amargamente y no sé si podría leer nada sin pensar en eso en todo momento.
    Dejando esta tontería al margen, es un placer leerte, sobre todo ahora que actualizas el blog más a menudo.
    Saludos!

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    1. Hombre, como escritor vale la pena. Son sus opiniones las que se han vuelto amargas pero reconozco que a mí también me influye el "personaje tras la novela". No lo puedo evitar...

      Sí, estoy retomando esto. Antes escribía en otras plataformas pero decidí darle una oportunidad a este blog :D

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  2. En un país donde martirizar a los animales es motivo de fiesta no podemos esperar demasiado. Eso sí, creo que algunas cosas están cambiando y para bien. Sí, una de ellas es que Nidia está escribiendo más ahora ;)

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    1. Cierto, queda mucho por hacer. Supongo que lo triste del asunto es la fuente de la crítica, un escritor al que llevo años siguiendo y admirando. Su evolución empieza a preocuparme :(

      Por otro lado, ¿te conozco? Esto de los comentarios anónimos me genera una intriga infinita xD

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    2. Buenas, Nidia. Sí, puede ser un escritor admirable, eppur chochea. No me conoces, descubrí tus artículos en el Canarias Ahora y tirando del hilo llegué a este blog. Un placer leerte, como dice Raquel ;)

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    3. Oh qué ilusión que me hayas descubierto por ahí ^^

      La ausencia de comentarios me hace pensar, muchas veces, que nadie se lee los artículos. Al menos ya tengo una prueba viviente!

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  3. Hola.
    No soy dueño de perro. He tenido perro y lo he querido. No volveré a tener perro o animal alguno jamás. He sido mordido por un perro al que no he provocado. Tengo un hermano con síndrome de down y un brazo lleno de cicatrices de un foxterrier que le dejó ese regalo tras acariciarlo...y me atrevo a matizar que, aunque adoreis a vuestras mascotas existe una flagrante inmadurez infantil en los sentimientos (muy desordenados) que algunos dueños procesais a vuestros perros. Lamentablemente (o afortunadamente) el señor Marías está muy lejos de chochear. Su opinión es dura y, evidentemente, no compartida por dueños de animales. Pero eso no le resta veracidad, credibilidad y fundamento (me atrevería a decir también que singular clarividencia) en su artículo, muy lúcido y exento de chocheo alguno. Hay a quién le gusta el futbol...y hay a quién no. Hay quién baila y hay quién no (cosa que los que bailan no parecen entender NUNCA), hay a quién le gustan los perros...y hay a quién no, y es absolutamente respetable y no posee indicador alguno de si se es buena persona o no. Ese es un argumento lamentable que denota poco conocimiento del ser humano, es aterradoramente superficial e inmaduro. Si verdaderamente "queda mucho por hacer" es empezar a trabajar en colegios e institutos la inteligencia emocional de los púberes: absolutamente virgen en este momento como la de demasiados adultos con opinión. Si queremos observar una sociedad que crece hacia arriba en todos los sentidos tenemos pendiente una evolución en muchos aspectos de proporción bíblica, empezando por nuestra inteligencia. Ahora mismo mermada, influida y trastocada por cualquier opinión que nos funda el disco duro por el mero hecho de no coincidir con la nuestra. Dixit.

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    1. Hola anónimo.
      Me comentas que no quieres volver a tener perro, no sé si por esas últimas malas experiencias que cuentas o si se le unen otros factores como la falta de tiempo, la economía o la simple inapetencia. Sea como sea, me parece bien. Es más, la decisión de tener perro tendría que ser mucho más meditada. Seguramente nos ahorraría un montón de problemas (y en ambas direcciones).
      Siento que te hayan mordido y lo de tu hermano también, son cosas que pasan pero que ojalá no ocurriesen. Desgraciadamente, estar a salvo de todo es imposible. También ocurren muchos hechos traumáticos o dañinos de mano de personas: agresiones, violaciones, acoso… Y no por ello arremetemos contra la humanidad entera, ¿o sí? Es más fácil hacer separaciones cuando creemos que “no nos pertenecen” o que “somos diferentes” (y por tanto, superiores). Esto era una norma en nuestra propia especie hasta hace nada, momento en el que se suprimían derechos y se vetaban acciones por cuestiones de sexo, raza o religión. Ahora nos parece una barbaridad pero no era la dinámica de entonces.
      Y no, no tienen que gustarte los perros, es admisible, pero una manía personal no concede poder para prohibirlos o esperar, de igual modo, que los amantes de los animales, dejen de quererlos y renuncien a ello. Tenemos que convivir entre todos, con respeto y educación, es fácil. Es ahí donde hay que hacer los esfuerzos, no en aplicar posturas que nos separen.
      Yo tampoco opino que tener animales sea sinónimo de ser buena persona. No me gustó el manido de tic de usar a Hitler como ejemplo de alguien que tendría muchos perros pero era un cabrón en potencia. Claro que los hay y claro que un animal no exime de vileza. Lo que sí creo que fomenta la bondad y la buena convivencia, es la tolerancia, y me parece que la postura de Marías está perdiendo puntos en este aspecto.
      Siempre lo he tenido por un escritor brillante y he disfrutado de sus columnas pero, de un tiempo a esta parte, noto una amargura e intransigencia que achaco a la edad. Sí, “chochear” no es un término elegante ni políticamente correcto pero resume perfectamente todo lo que estoy diciendo. Porque todos tenemos listados, mayores o menores, de cosas que nos molestan pero la de Marías está creciendo y poniéndose puntillosa. Me gustaría que la vejez implicase saber diferenciar mejor lo que es importante de lo que no y negarse ir a un sitio porque haya perros, que quieres que te diga, me parece de una estupidez significativa. Es más, dar el gusto a los intransigentes, no les hace ningún bien. En cambio, probándoles con la experiencia que no pasa nada y que podemos compartir espacio entre todos, ayudaría. Claro que seguirá habiendo maleducados que nos hagan quejarnos pero el civismo hay que trabajarlo e iniciativas como las que quiere prohibir el señor Marías, lo fomentarían.
      Dudo que cambiase de opinión si se diese el remoto caso de que leyese este post y tampoco espero que tú, anónimo, lo hagas. Simplemente aclararte mi postura, que podrás rebatir, como he hecho yo con la de Javier Marías :)

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  4. No se trata de expresar una opinión, te pueden o no gustar los perros,lo que no es tolerable en un periódico con tanta difusión es un artículo que directamente insulta y menosprecia al que si tiene can. Constantemente la gente confunde la expresión de una opinión con la licitud de humillar y menospreciar a los demás, así que vamos a limitar los derechos, las líneas que separan tu derecho de expresión a la agresión al prójimo. Personalmente a mi tampoco me gusta compartir espacio con determinados seres humanos que me parecen dañinos pero tengo la suficiente educación y sentido común como para no ponerme a gritar a los cuatro vientos cuanto asquerosos me parecen. Otra cuestión es que para poder opinar siempre debe uno tener nociones del tema, lo contrario no sólo te priva de la razón además produce en las personas expertas sobre el tema una sensación de bochorno importante, y más cuando se presupone que el que lo hace se loa de ser un intelectual. Mire por donde lo mire no encuentro justificación ni defensa posible para el artículo escrito por Don Marías.

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  5. Es muy infantil poner el grito en el cielo cuando alguien no opina lo mismo que nosotros, va siendo hora de aceptar las diferentes opiniones y gustos sin patalear porque son contrarios a los nuestros.
    Marias está en su derecho de no querer tener nada que ver con perros ni con sus dueños, a los que carga con todos los efectos adversos de estos animales. Y en ningún momento habla de exterminar a nada ni nadie, más bien se queja de la falta de educación de los propietarios para con el resto de la sociedad. Y es libre de expresarlo en el medio que quiera, tiene esa opción y no hay que censurarle.
    Nadie tiene porque aguantar los gustos de otros, me parece bien que el que quiera tener un perro, un gato, un pájaro o lo que sea, lo tenga y lo cuide, lo mime y se gaste el dinero que quiera en su mascota, pero señores, a mi que no me chupen ni me pongan las patas encima, respeten ustedes los gustos de otros. Sirva como ejemplo el típico perro suelto que va buscando jugar con cualquier persona, hasta que da con alguien que por la razón que sea se aparta del animal de un respingo mientras el dueño desde 20 metros de distancia y con la sonrisilla en la cara grita: "tranquilo, que no hace nada"... Casos como este ejemplo es difícil de entender para muchos dueños de perro, y es de esto de lo que se queja el Sr. Marias, que en mi opinión o chochea en absoluto.

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    1. No es patalear, es argumentar :)

      El problema de esta opinión es que no se queda en los márgenes de lo personal, sino que intenta limitar la opinión y derechos del resto. Me parece perfecto que alguien no quiera cruzarse con un perro en su día a día pero, en tal caso, le va a tocar enclaustrarse. Es como no querer tratar con niños, con pelirrojos o con coches azules. Las filias y las fobias no se pueden imponer. Lo cual no quita que el que tema a los pelirrojos de muchas pecas, deba soportar a uno en su regazo, pero no puede impedir su presencia.

      Por suerte, cada vez son más son los establecimientos que permiten perros. Y esto, como ya pasa en muchos lugares de Europa, seguirá en aumento. Compartiremos parques y transporte público. Algo que, con educación, es viable y aconsejable.

      La experiencia cambiará la visión de muchos y me alegraré de que eso pase.

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  6. No entiendo porqué dices que la opinión de Marias intenta limitar los derechos del resto. Se limita a explicar con cierta vehemencia e ironía las razones que le llevan a escribir lo que escribe, y con bastante acierto en mi opinión, el hecho de tener perro no te hace mejor persona, ni el hecho de no tenerlo peor como es frecuente oír, por ejemplo; ni quiere enclaustrarse como propones, esa no es la solución, la solución que pide es respeto y educación por parte de los propietarios. Las filias de unos no tienen más valor que las fobias de otros.
    Yo también me alegraré de convivir en una sociedad tolerante, educada y respetuosa, a ver si llega pronto

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    1. Me baso en sus palabras, por ejemplo:

      "Los dueños de perros claman ahora por que se deje entrar a éstos en casi todas partes: en bares, restaurantes, tiendas, galerías de arte, museos, librerías, y aun se les creen sus propios parques…" "En lo que a mí respecta, ya sé qué sitios no voy a volver a pisar, por si las moscas."

      Hace una crítica hacia una tendencia que aumenta. A él no le gusta y hace todo un alegato tachando a los dueños de idólatras que piden locuras como compartir espacios con sus mascotas.

      Todo local privado podrá imponer sus normas de admisión pero me parece normal que la mayoría se vuelva más abierto a recibir perros y no lo contrario, que es lo que le gustaría al señor Marías. A eso me refiero.

      Entiendo que no es de su agrado pero, sinceramente, así como otras veces escribe de un modo brillante, me parece que aquí ha metido la pata, lanzando perlas que sólo demuestran desconocimiento. Formarse, a la hora de emitir juicios en un medio tan masivo, debería ser recomendable. No obligatorio, claro, pero luego las críticas y los contraargumentos van a caer.

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    2. ¿Tan descabellado, radical, chocheo e intolerante te parece este párrafo que sigue?, ¿de verdad?:

      "Nada tengo contra los perros, que a menudo son simpáticos y además no son responsables de sus dueños. Pero no me apetece estar en un restaurante rodeado de ellos. No todos están educados, no todos están limpios ni libres de enfermedades, no todos se abstienen de hacer sus necesidades donde les urjan, muchos ladran en cualquier momento por cualquier motivo"

      Hace una crítica a la falta de educación y consideración de los dueños que se creen que su perro tiene más derechos que cualquier otra cosa, animal o persona en el mundo porque además es un amante de los animales y eso ya le da automáticamente una superioridad moral sobre el contrario.

      Yo entiendo que se refiere a los mal educados y no a todos, y por si fuera poco descarga a los animales de responsabilidad puesto que son eso, animales. A mi modo de ver se queja de la gente maleducada, en este caso les ha tocado a los propietarios de los perros, pero casi me atrevería a asegurar que emplearía las mismas palabras con los padres de niños pequeños plastas, por ejemplo. No es un ataque personal a los amantes de los animales, es una critica a la subespecie de los amantes-dueños idiotas, que haberlos haylos, como en todas partes.

      Todo el mundo piensa en sus derechos y los saca a relucir a la mínima, pero de los deberes no se habla tanto, por delante de los derechos está la obligación de no incordiar a nadie.

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