martes, 23 de febrero de 2016

mi novio es un boe que me incita a cortarme el pelo

Solvento mis problemas cortándome el pelo o, mejor dicho, me lo tomo como el punto de partida para los grandes cambios que acontecerán. En momentos críticos, post ruptura, al terminar un curso o al empezar otro. Me gustaría decir que también en la transición entre empleos pero no he tenido la suerte de ser contratada legalmente. Por cierto, mañana tengo una cita con el Servicio Canario de Empleo quienes me llamaron, desatando mis esperanzas e ilusiones momentáneamente, para escupirlas y pisotearlas en el suelo al descubrir que se van a limitar a preguntarme si sé hacer un currículum y buscar ofertas en internet. Porque igual el problema es mío, que tengo muñones por manos y pienso que los ordenadores son cosa del demonio. Supongo que así justifican sus sueldos (conseguirte trabajo no entra dentro de sus competencias) y alguna que otra subvención europea: estamos ayudando a los parados, les hacemos venir a las Torres, que tienen un entorno mucho más bonito que la oficina de empleo y así salen de casa y fingen ser glamurosos de camino a “su oficina”, en el centro de la ciudad. Ay qué bien lo voy a pasar.

pelo, peluqueria, crisis, oveja

Tratar con administraciones siempre te alegra el día… (fin de la ironía).Te aferras a la idea de que son tópicos, que la mala fama no tiene fundamento pero casi siempre que vengo de relacionarme con alguno, se me hace más y más difícil creer que el mundo es un lugar justo (¿por qué ese señor tiene empleo y yo no?) y que todos esos artículos colados en las leyes que me estudio tipo “por el interés general”, “al servicio del público” o “tratar con esmerada deferencia” son eso, literatura y papel, papel mojado. Porque sí, intento ser funcionaria. Chan chaaaaan. ¿Inesperado? Bueno, maticemos. No aspiro a ser una funcionaria al uso, llamadme crédula o soñadora, pero me gustaría ser una de esas que atienden a la gente con ganas, no arrastrando mi tedio por su cara con mano boba y sudada porque, no sé, igual es una locura, pero siempre me ha parecido que el malhumor y la desgana agotan mucho más que el intentar hacer las cosas bien. Qué cansado es estar siempre a la defensiva o, peor, no haciendo nada. Sí, sé que trabajar de cara el público te enfrenta a diario con fauna humana despreciable pero mi política será partir del respeto y las buenas formas, si luego veo que estoy tratando con un infrahumano, pues ya adoptaré una pose de descerebre amébico y me haré la tonta con un hilillo de baba decorando hasta conducirlos a la desesperación y la locura; pero no antes, por favor, mantengamos la presunción de inocencia. Al menos eso es lo que me habría gustado encontrarme a mi cuando he necesitado información y se han limitado a resoplar que “ni idea, búscalo en el BOE; ¡siguiente!”. Con lo amenos que son estos boletines de leer, qué considerados son estos empleados que reservan para nosotros (en exclusiva, todo vuestro; no, gracias, de verdad, para ti entero) el goce de adentrarnos en estos textos únicos, atractivos, con los que el tiempo pasa volando. Ojalá no existieran los libros, ¡ojalá todo fuesen boletines! Con sus órdenes, sus resoluciones y, oh sí, sus montones de anexos. Un BOE, un BOC, un BOP, ¡tantos donde elegir! Asemejemos la vida al boletín: blanco sobre negro, estandarización de formato y bloques y más bloques de texto, chiquititos, con cursivas. ¿Disposición transitoria? ¡Por dios, sí! ¿Y una adicional? ¡Dame más, boletín! Oh boletín, ¡te amo!

Enajenación aparte, ya cojo los boletines como si fuesen el Diez minutos o el Hola; al principio se me hacían cuesta arriba pero una vez memorizada la Ley 30/92, todo lo demás son vacaciones. Legisladores anónimos, lo reconozco: al final me ha gustado estudiar esto. Obviamente estoy harta de releer lo mismo cíclicamente por culpa de unas oposiciones que no terminan por tener lugar pero sacudiendo esa capa de monotonía y anacronismo resulta que, sorpresa, es interesante. Conocer tus derechos te da una especie de soltura ante la vida bastante reconfortante, igual sigues siendo pobre pero sientes que tienes una visión más amplia del mundo. Aprender, investigar, todo eso es bueno, da sentido. Sí, desencanta ver como quien hace la ley, hace la trampa (estrictamente y no sólo como refranero) pero es mejor ser consciente de que la Ley de transparencia (por ejemplo) es un bluf, a que te engañen pensando que de verdad están mejorando por ti. Igual a corto plazo estás en la misma situación del iluso que vive en la ignorancia pero, a la larga, tu posición es mejor. O por lo menos yo soy partidaria de que no me tomen el pelo y si la realidad es asquerosa, prefiero vivir en ella para poder actuar en consecuencia, antes que mantenerme en la inopia, perdida entre los cebos que me lanzan para manipularme.

Que se crea otro que han subido las pensiones y el sueldo mínimo sin ahondar si ese porcentaje equivale a dos euros más al mes solamente. O que se trague otro que ha descendido el número de parados sin contar que parten de una base que no tiene en cuenta a los emigrados, a los que ya han tirado la toalla y pasan de apuntarse como demandantes de empleo o a los que han dado de baja por estar haciendo un curso (el colmo del falseo). De ahí mi insistencia en seguir actualizando el darde, no porque crea que me vayan a resolver la vida, sino porque me niego a que mi baja les sirva de excusa para llenarse la boca con un “estamos saliendo de la crisis”. A mi costa no va a ser. Y puede parecer que es como darse de cabezazos contra la pared, a fin de cuentas, van a seguir lanzando este mensaje y tratando de engañarnos, y el vecino caerá y nos los comentará en el ascensor para inundarnos de frustración. Está claro que el ideal es que todos nos formemos, ése sería el principio, pero mira, mientas tanto prediquemos en el ejemplo y tiremos de frase impresa en sobre de azucarillo: atrevámonos a ser el cambio que queremos ver en el mundo. Pero eso sí, cortémonos el pelo antes. Porque unas tijeras cierran un ciclo y abren otro, según la galletita de la fortuna que me he inventado. Es tonto pero todo lo que sirva para dar impulso y renovar actitud, será bienvenido :) Así que, peluqueros, sed buenos conmigo, que me estoy quedando sin balas.

Aunque toque enfrentarse a ese fatídico momento.

martes, 16 de febrero de 2016

libros vs etéreas chicas de instagram


A veces ocurre que una no sabe qué leer, así que me propuse catar al menos un título de cada autor famoso y de reverencia para poder tener un referente de los mismos (aunque ya sé que se queda corto) y, con suerte, descubrir un escritor maravilloso al que incluir en mi altar de adoración. También me gusta escoger libros al azar en librerías (las pocas que quedan ya), guiarme por impulsos tontos que, más de una vez me han supuesto ganar la lotería (ay, si las elecciones en la vida fueran tan eficaces como una portada llamativa), con el subidón que da sentir que tienes un superpoder o que lo divino consiste en acercarte a ese libro que necesitas, el que incluso, puede salvarte. Porque si no eres demasiado expansivo y pecas de rarito, en ocasiones puedes sentir que nadie piensa como tú o que nadie, pese a la mayor de las argumentaciones previas, logra entenderte. Ir de especial y único es una pose muy adolescente que se ha alargado a la treintena preocupantemente, pero es eso, puro paripé. El aislamiento y la incomprensión son dañinos. Además, hay un amplio recorrido entre el borreguísimo y la excentricidad constante, a todos nos gusta formar parte de algo o de alguien, especialmente los que no paran de evidenciar lo únicos que son, porque son precisamente ésos los que parecen sacados de un molde, plof, réplica de  patrones que buscan ser etéreos e inalcanzables pero que, curiosamente, utilizan clónicos medios y formas. Como las chicas volátiles de instagram, cuyas fotos componen collages de piñas, libros y tacitas de té con filtros blancos o azules; piñas que se pudren en el frutero, libros que no se leen y tés anticelulíticos que las convenzan de que así pueden pasar los días postradas en cama deslizando el dedo por su teléfono móvil, porque están por encima del bien y del mal, y de los problemas circulatorios.

En este mundo donde parece premiarse las alicaídas poses que llevan por título una canción de Bon Iver, una puede llegar a sentirse muy sola. Por desgracia y gracias a la globalización que permite internet, el espejo actual donde mirarse es el mundo, y resulta que no hay lugar occidentalizado que no tire del mismo modelo superficial pero enmascarado de trascendencia. Creo que esto último es lo que más me molesta, ese aura de cultura y reflexión que no va más allá de decidir el color de uñas que mejor resalte sobre la mesa Lack del Ikea. Incluso los que todavía escriben, aunque sea prosa en incoherente formato de verso, no tienen nada que decir. Esto sería normal o inocuo si no arrastraran una horda de súbditos que alaban su introspección mientras yo me tiro de los pelos por no entender nada. No es porque me crea mejor ni ejemplo de nada, todo lo contrario, soy muy crítica conmigo misma y no creo que este blog, por ejemplo, merezca una atención masiva o reconocimiento alguno. Es mi pequeña área de desahogo sin mayores pretensiones. Eso sí, desde mi papel de espectadora, sé apreciar la calidad y el trabajo, aunque también disfruto de lo puramente estético e incluso de lo burdo, sin más afán que apagar nuestro cerebro durante veinte minutos, pero sabiendo diferenciar el reality barato de lo que no lo es.

ikea books libros booklover
Hay gente que hace los mismo pero con zapatos; zapatos sudados y usados. ¿Quién está más loco, eh?, ¿quién?

Está claro que todo tiene su público, la interconexión creciente lo potencia, así que no puedo evitar sentirme descorazonada cuando apenas encuentro defensa y apoyo de aquello en lo que creo y valoro. Existen, pero su número es tan anecdótico con respecto al culto que tiene el resto, que sentirme triste es la consecuencia más lógica. Porque refugiarse en escritores ayuda pero basta alzar la vista de sus libros para darte cuenta de que algo falla.

Por eso no pirateo libros. Es como un alegato personal que me hace sentir que contribuyo, de una forma pequeñita, a conservar algo que es importante. Hago mal muchas otras cosas pero en esto me he mantenido firme. No quiero devaluarlos ni acostumbrarme al mínimo esfuerzo. Además, me gusta el formato papel, tocarlos, asociarlos a momentos y lugares con todo su peso, reservando espacio en el bolso o la maleta. No me importa subrayarlos o que se manchen, siento que así se hacen más míos.  Y sí, sé que no es nada funcional en mudanzas y que ocupan espacio, pero ya cargamos con un montón de cosas mucho más inútiles y que nos aportan menos. Así que, bah, me voy a permitir ser condescendiente con esta manía, al menos durante un tiempo podré justificarla a modo de prescripción médica necesaria para mi salud mental. 

Si llegas a esto, igual ganas al de los zapatos, sip.