lunes, 18 de marzo de 2013

El amor en espacios pequeños…

… O el amor en Canarias. No sé cómo será en otros mundos pero fantaseo con la idea de que los amantes potenciales, más allá de estas islas, no comparten ningún nexo de unión con tus familiares, vecinos, amigos o, peor aún, con tus amantes pasados y/o futuros. Donde cada relación es un nuevo comienzo sin reencuentros fortuitos en bodas u otras ocasiones de mayor atragantamiento. Ya dejamos un feo historial de relaciones pasadas esparcido por nuestras webs-cadáveres que se reemplazan como para, además, tener que encontrarlas en el mundo real, una y otra vez, como un combinado de El día de la marmota y El diario de Patricia: sabes que ir es una mala idea pero estás condenado a repetir apariciones.


Según la teoría de seis grados de separación,  cualquier persona del planeta puede estar conectada a otra a través de una sucesión de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. También se le llama número Bacon, en base al experimento que tomó a Kevin Bacon como referencia para unirlo al resto de actores que aparecen en la base de datos de IMBD (Internet Movie Data Base), donde se descubrió que el  número de saltos no suele ser mayor de 6 ó 7 (entre los más de 700.000 existentes). Uno se queda perplejo y ansioso, especialmente al tantear las posibilidades de acercamiento con ídolos y celebridades, pues todos llevamos un fan dentro con mayor o menor ansia de stalkeo. Hasta que te detienes a pensar, haciendo un breve recorrido mental de tus conocidos y sus conexiones, por verificar el estudio en un formato más de andar por casa y, te indignas. ¿Seis grados de separación? ¡Aquí todos somos Kevin Bacon! Así, directamente. Por eso tu nuevo novio resulta ser el primer amor de tu amiga de la infancia (ahora recuperada por facebook), quien jura odiarte con el puño en alto mientras tú te ves obligada a devolvérselo,  imbuida por una especie reciprocidad absurda  y porque, bueno, a ti nunca te regaló un arcoíris coloreado con plastidecor.


Esta endogamia amorosa es todo un drama, del primer mundo pero drama. Si a esto le sumamos el hecho de que, ya de por sí, es difícil dar con gente interesante, se convierte en el santo grial esperar que, además, se ajuste a tus gustos disconexos, curtidos en años de ensoñaciones tipo: Que adore los gatos, que tenga barba, que no diga que Rocky Horror Picture Show es una mierda, que escriba bien, que le guste Sinatra y lo ponga en nuestro viaje por carretera de tres meses persiguiendo atardeceres poéticos donde demuestre que toda su profundidad y encanto no son una pose y que te quiere mal peinada y con resaca, tanto como a su perro (aunque no más), porque es sensible sin ser cursi y tiene talentos mil con los que obnubilarte e instruirte, respetando tu espacio pero sin dejar de incluirte en sus planes, en un perfecto equilibrio que queda confirmado por su voz de Eddie Vedder del 92. Respiro. Sí, seguramente no exista pero aquí, además, sería tu primo.